@-LOCURAS DEL ALMA-@

Hace mucho tiempo solía creer que el alma era invisible, algo  que nos dotaba de fuerza, energía, vigor, alegría, paz…pero que a su vez nos hacía sentir el dolor, la tristeza y el sufrimiento. Era delicada, frágil y había que cuidarla y cultivarla de una forma espiritual. Por aquel entonces pensaba que dicha fuerza provenía de fuentes externas pero que se localizaba en nuestro interior, cerca, muy cerca del corazón. Esta idea no era originalmente mía, sino que lógicamente estaba influenciada desde la infancia, en general por  los que yo  vengo llamando “GDM” (Grupo De Manipuladores) a saber: entorno, iglesia, escuela, cultura…etc. Pero, por algún motivo, nunca caló (o “coló”) entre mis propias ideas, no se ajustaba a mi percepción personal ni a la visión particular que yo tenía del asunto y de casi todos los asuntos que en general  provenían del “GDM”. Así que con el tiempo fui cambiando, desprendiéndome y aprendiéndome, investigándome y descubriéndome, comencé a crear otra forma, otra manera de pensar, otra manera de ver la vida...LA MIA PROPIA. Cada vez creía menos en la parte abstracta e invisible del asunto y se dibujó en mi mente una idea más realista y visible, empecé a pensar que probablemente ese alma no era, ni más ni menos, que nuestro cerebro, o más bien, una manifestación de lo que este generaba sobre nuestro ser.  

Todas y cada una de las sensaciones  que describimos como “del alma”; el dolor, la tristeza, la melancolía, el placer, la emoción, la esperanza; están generadas por situaciones o percepciones de nuestro cerebro, y a menudo, las interpretamos mal y las identificamos peor. Cuando conocemos nuestra mente  conocemos el origen del sentimiento y podemos ser capaces de cambiar lo que provoca sobre nosotros. De él parten todas y cada una de las emociones y sensaciones de nuestra vida,  es el motor que mantiene el cuerpo funcionando todos los días sin apenas descanso, nunca se detiene, ni tan siquiera cuando dormimos, aunque necesariamente, en este estado se ralentice su rendimiento hasta el mínimo para poder seguir adelante al despertar. Se podría decir que es independiente, pero realmente no es así. Depende de nosotros, en gran medida está en nuestras manos dominarlo, pero debe conocerse su funcionamiento o corremos el riesgo de ir “a la deriva”. Tanto es así, que de lo contrario corremos el riesgo de que él domine nuestra existencia hasta llevarnos a límites insospechados, a situaciones extremas que jamás pensamos llegar a vivir y que terminarán por hundirnos si no le prestamos la debida atención. Es la parte esencial de nuestras vidas y debemos tomar las riendas, pero…¿Tenemos esas riendas?

Desde nuestro nacimiento se encargan de alimentarnos, cuidarnos, protegernos, enseñarnos a comunicarnos, a ser correctos…etc. Todo esto y más, en mayor o menor medida, buena o malamente y todo para nuestro crecimiento, pero ¿quién se encarga de nuestra mente? O mejor dicho ¿quién se encarga del sano crecimiento de nuestra mente? NADIE. Prácticamente no se le presta atención, casi se podría decir que es desatendida por completo. No se encarga nadie (o casi nadie) de estudiarla, protegerla,  cultivarla en el mejor de los sentidos, nadie atiende a todo lo que soporta aparentemente callada pero antes o después formará un escándalo en nuestro interior  provocando la escisión total de lo que en sí somos.
La mente es nuestro epicentro, nuestra alma y debe estar en armonía con el resto de nuestro ser. Si no nos encargamos de ella como merece, como una esponja  absorberá todo cuanto nos rodea, bueno y malo (más de lo otro que de lo uno), acumulando y acumulando información sin descifrar y reaccionando al entorno de las formas más enrevesadas. Si no se la atiende, si no se la tiene en consideración ni se toma molestia de dedicarle el tiempo necesario para entenderla tarde o temprano se apodera de nosotros arrastrándonos hacia los senderos de la autodestrucción y  apenas nos daremos cuenta.

Es curioso, nuestro cuerpo es una máquina perfectamente creada con un motor del que no tenemos manual de instrucciones y cuenta con un sistema capaz de autodestruirse si no damos a tiempo con la clave para su control. Somos una bomba de relojería que explotará a menos que dediquemos tiempo y esfuerzo al conocimiento de nuestra alma, de nuestro motor, de nuestra mente. La psicología ha hecho grandes avances en este terreno, pero todavía seguimos anclados en el pensamiento del “yo no lo necesito”  y del “eso es para los locos” y mientras tanto nos perdemos en los abismos del desconocimiento psicológico, personal y espiritual.


Tengo la férrea creencia de que mi alma está en mi mente. Lejos de lo que pueda parecer, todo lo que me llega en forma se sentimiento me lo proporciona ella. No siempre fuimos grandes amigas mi mente y yo, de hecho, durante años compartimos casa en versión cerebral de  “La Guerra de Los Rose” era más una lucha que una convivencia, pero firmamos una tregua y nos permitimos conocernos mutuamente. Cuanto más la conocía, más satisfacciones me proporcionaba, eso sí, ya nunca podremos abandonar esta relación “amorosa”, posiblemente, la primera historia de amor sincero y verdadero de mi vida. Sé, que como todo buen amor  llevará tiempo (toda la vida) pero ese tiempo es imprescindible. Nunca pienses: “no puedo perder tiempo con tonterías”  “hay cosas más importantes que hacer” no las hay,  nada hay más importante que el bienestar del alma, de la mente, del motor de mi vida…. Nada hay más importante que encontrar la paz interior y vivir en ella y con ella, nada funcionará sin hacer funcionar antes esta relación de amor individual, íntimo y personal.  Sin amarte a ti mismo jamás lograrás conocer el verdadero amor….Ey!! y no, no es egolatría ni narcisismo….es sencillamente autoestima. Ámate y descifra  la clave de tu mente para llegar a tu alma y cuando des con ella, hazla  tuya, pues será el olimpo de tus dioses o el infierno de tus demonios y te acompañará para siempre todos los días de tu vida hasta el fin de los tiempos….

@-LA ABUELA-@

Hoy quiero contar la historia de una mujer. Una mujer  de otra época, de otro lugar, de otro tiempo…pero que como tantas otras, debe ser contada. Está sacado de un contexto mucho más amplio y profundo, por lo que os pediré que no os quedéis en lo evidente y  si deseáis más información leáis el libro. Es una historia  es muy sencilla y a la vez muy  interesante, tanto para mujeres,  como para hombres a los que les gusta conocer el alma de ellas; tan simples a veces y tan complejas otras, pero generalmente poco entendidas.
Esta historia describe una situación real llevada al extremo, pero que es más común de lo que pueda parecer y a la que no debería llegar ningún ser humano.  Habla del hambre, hambre  del alma, y de esos “errores” que a veces se cometen ingenuamente, por inmadurez, tanto en la juventud como en la edad adulta; porque no es cuestión de edad sino de conocimiento interior;  ante los que no se sabe reaccionar a tiempo y llevan  a  la destrucción continuada de la psique femenina.
No es tarea de los hombres, sino de las propias mujeres atender a  su alma. Toda decisión parte y muere en uno mismo, pero se debe escuchar los instintos, pues nadie los escuchará nunca tan alto y claro como nosotras mismas.  Espero que os haga pensar, que os sirva, ya que  como todo historia, va más allá de las palabras. Espero francamente que os guste…
La Abuela
“Otra mujer con la que trabajé, una mujer inteligente y capacitada, me habló una vez de su abuela que vivía en el Medio Oeste. La idea que tenía su abuela de una diversión a lo grande consistía en coger un tren con destino a Chicago, llevar puesto un gran sombrero y pasear por la avenida Madison contemplando los escaparates como una dama elegante. Contra viento y marea  o porque era su destino, se casó con un granjero, se fue a vivir con él a la región de los trigales y allí empezó a pudrirse en aquella bonita granja que tenía justo el tamaño adecuado, con los hijos adecuados  y el marido adecuado. Ya no le quedó tiempo para la “frívola” vida que antes llevaba. Demasiados “niños”. Demasiadas “tareas femeninas”.
 Un día, años más tarde, tras fregar a mano el suelo de la cocina y la sala de estar,  se puso su mejor blusa de seda, se abrochó su falda larga y se encasquetó su gran sombrero. Después se introdujo el cañón de la escopeta de caza de su marido en la boca y apretó el gatillo. Todas las mujeres saben por qué fregó primero el suelo.”
(“Mujeres que corren con los lobos”- Psicoanalista junguiana, poeta, cantaora y contadora de cuentos Clarissa Pinkola Estés).

Atiende a tu alma por encima de todo porque ella sabe mejor que nadie lo que necesitas. No esperes a mañana…


@-A LA MIERDA LA CRISIS-@

Crisis. La palabra me aburre soberanamente, como esas canciones trilladas de tanto escucharlas, pero no se puede negar que irremediablemente quedará adherida a una época concreta, a una etapa que podrá variar entre diferentes años para unos y otros, porque no todos la han sufrido en sus carnes, ni en el mismo momento, ni con la misma intensidad. Además, cada uno la habrán vivido o estará viviendo de muy diferentes maneras, algunos, incluso no se habrán enterado todavía de lo que estamos hablando exactamente. Pero, ¿Quién dijo crisis? Aunque suene a economía, a mí esta palabra siempre me pareció que hacía más referencia a asuntos del corazón, o más bien del alma, porque, ¿acaso no es en el alma donde se sienten todas las crisis? donde comienzan y terminan; donde sin duda siempre estuvieron, están y estarán…

Simplemente, hay personas, que todavía no han localizado su “crisis” y al fallar el capital, fundamento básico de su felicidad, sobre todo para quién nunca vivió una situación similar,  se les revela con toda su intensidad, se vuelve patente y palpable, más fácilmente reconocible y en algunos casos, insuperable. Dramas económicos aparte (porque sin duda los hay y  muy encarnizados) pienso que la sociedad de hoy en día; obligada  por la situación económica; está sintiendo con mucha más intensidad  la crisis del alma. Lo están viviendo en primera persona y lo más jodido es que muchos, no disponen de recursos emocionales para hacerle frente. A pesar de ello, y con la fuerza de ese instinto de supervivencia que todos llevamos dentro, los valientes continúan luchando y peleando para seguir adelante, buscando respuestas y soluciones a su “crisis existencial” más que a la económica. Esa gente me fascina, esa que no se rinde y sigue prestando más que nunca atención a su alma, a lo que DE VERDAD necesita, y no tanto a lo que pensaba que necesitaba y que no era más que un espejismo en el desierto, que desapareció como desaparece el fuego artificial, en el aire, hacia un lado u otro según sopla el viento. Esa gente, busca paz, soledad o amistad, busca con quien compartir momentos de alegría y no debates sobre el estado de la nación en el bar de la esquina, es gente que habla poco pero dice mucho, se mueve por las personas, se implica en lo que cree y ayuda, como puede ayudar, moralmente, porque esa es la ayuda que más se necesita ahora mismo. Jamás vi tanta gente a mi alrededor necesitada de cariño, jamás vi tan claramente el milagro de sentirse arropado o querido por lo que uno es y no por lo que uno tiene y sobre todo jamás vi tanto agradecimiento en los ojos de las personas que, sin pedirlo sintieron la grandeza de recibir justo lo que necesitaban…

Yo no entiendo de economía, pero no soy gilipollas (o quizá sí) pero tengo la sensación de que nos toman como tales. La economía del país o del mundo no la observo más allá de unos señores que se reparten el dinero como lo hacía el supuesto “amigo” de un señor de pueblo que yo conocí, y que no por ser de pueblo era menos inteligente que cualquier otro individúo, sino más bien, más listo que muchos y que se daba cuenta a la primera de que le estaban robando. Este,  se limitaba a hacerse el tonto, dios sabe porque, aunque no dudo de que tendría sus buenas razones. Aquel “amigo” suyo repartía con él  los beneficios de la siguiente manera: “Uno para mí, uno para ti, uno para mí y descansamos; uno para mí, uno para ti, uno para mí, y descansamos…”y así sucesivamente. En definitiva, barriendo para su casa. Pero estos señores que nos gobiernan lo llevan haciendo durante años en nuestras propias narices sin que tan siquiera hayamos rechistado, y yo me pregunto, si todos/as nos hemos dado cuenta ¿qué razones tenemos para seguir aguantándolo? ¡Señores! (por decir algo educado) está claro que ya nos hemos enterado de la jugada, así que hagan el favor de mostrar un mínimo de vergüenza y empiecen a devolver lo robado. ¡Ciudadanos! si dejamos que nos manipulen y roben a su antojo nunca cambiará esta situación, hagamos el favor de obrar en consecuencia o no sé hasta qué punto no empezaremos a pasar de ser víctimas a ser cómplices. Piénsenlo.

Pero, volviendo al tema en que me ocupa, que no es el económico precisamente, me reafirmo en la certeza de que la crisis más desgarradora está más en las almas que en los bolsillos. Al ser conscientes, evaporado el capital, de lo solos que estamos en el mundo, de la soledad del alma cuando realmente estamos solos; cuando no tenemos a nadie; nadie que comparta nuestras penas y alegrías, nadie que acuda cuando lo necesitamos, nadie que nos abrace, nos ame, nos apoye, alguien en quien confiar, que nos regale su sonrisa, que desee cuidarnos, que nos quiera tal y como somos. Solos, cuando comprobamos con nuestros propios ojos lo que queda cuando lo material ha desaparecido. Esa es la verdadera crisis, y la que muchos, a pesar de estar forrados seguirán padeciendo por toda la eternidad, porque esa medicina, ese antídoto para el alma, no se compra con dinero. En fin, quedémonos con el  lado positivo, que es el que más me gusta contemplar. Esta crisis nos está mostrando la crónica negra de un país, pero también el lado más humano de un pueblo, y es con este lado con el que me quedo. Ya que de no ser así, los verdaderos valores del ser humano es posible que nunca hubieran aflorado a la superficie con tanta fuerza y   hubieran permanecido sepultados por capas y capas de hipocresía, indiferencia, intolerancia, autosuficiencia y un largo etcétera de todos esos adjetivos que suelen adquirirse del brazo de Don Dinero por los siglos de los siglos…

Sentirse rico cuando no se tiene nada (nada material) es un milagro en sí mismo. Sentirse en casa cuando no se tiene hogar, sentirse querido por lo que eres y no por lo que tienes o lo que desean conseguir de ti; ser generoso por que nace del corazón y no de la cartera, sentir la alegría de esos amigos que no la disfrutan igual sino la comparten contigo; saber que valoran tu compañía y es, tan solo eso, lo que necesitan de ti y te lo dan sin pedirlo; escuchar la carcajada de un niño, su  ilusión por cositas pequeñas, su ternura, cuyo único fundamento es el amor que siente hacia ti…eso, es la base de mi economía, la que nunca entrará en crisis porque depende de mí y de ti exclusivamente y la que me hace sonreír cada mañana, porque sé que mi alma, por más ladrones que gobiernen, nunca entrará en crisis si te tengo a ti, a ti y por supuesto, A Ti…


@-ARTE-@

Un artista es aquel que hace lo que siente, fiel a sus principios, a sus valores y no olvida quién es, de donde surge su corriente creativa, no vende su alma. Muchas veces no se logra el reconocimiento del público, pero el público no hace al artista, es el artista quién se hace a si mismo.....ese es el arte que amo, el que más me impresiona y seduce, sea o no conocido.....El Arte Integro Me Enamora.....

Para todos los artistas que luchan por lo que creen, a pesar de lo jodidamente difícil que resulta mantener unos ideales, los propios ideales.....

KENY ARKANA-VIE D'ARTISTE


@-PASEN, VEAN...Y DISFRUTEN-@


Cada vez más a menudo veo  la vida como  un gran parque de atracciones, en el que siempre estamos invitados a dejarnos sorprender. En este gran parque no falta de nada: toboganes,  montañas rusas, casas del terror, ríos tranquilos y bravos,  lagos románticos,  e incluso personajes de todo tipo: cómicos, fantasmas, héroes,  villanos, monstruos,  heroínas e incluso princesas. Dónde comerte una  golosina de colores,  un helado de chocolate o degustar un plato típico, es una elección y está al alcance de la mano. En definitiva, un lugar donde no faltan sensaciones y emociones dispuestas a ser disfrutadas. Donde te puedes dejar llevar por los instintos y seducir por las situaciones.

Esta diversión  dura 365,256 363 004 días siderales (según la Wiki, que yo no soy tan lista), y de ella participas,  estás invitado a pasear por sus calles sin prisa disfrutando al máximo o al mínimo, según prefieras, pero disfrutando al fin y al cabo. Sin embargo, no conozco a nadie que pasee por un parque de atracciones con tan mala cara como pasea por la vida. Al contrario, todos pasan por allí cargados de energía, de magia, de satisfacción. El que más y el que menos se divierte y saborea  todo aquello que elige, lo que más le entusiasmaba.  
Pues así es como veo yo la vida. Todo está ahí y no lo apreciamos, no sé si por ceguera temporal o estupidez profunda. Está para que lo vivamos al máximo o al mínimo, pero para vivirlo, pero lejos de disfrutarse parece que la vida la estemos sufriendo. Muestra de ello, es el cómo,  en los últimos tiempos se está tirando más que nunca de libros de auto-ayuda, trabajo interior, psicología/Filosofía, terapias de la personalidad,  coaching…etc.
Vamos, que la teoría la dominamos, pero con  tanto “entrenamiento” nos estamos olvidando de jugar el partido, o lo jugamos mal. No lo estamos llevando a la práctica,  viene a ser lo que reza esa frase  atribuida a Albert Einstein “La  teoría es cuando uno sabe todo y nada funciona, pero la práctica es cuando todo funciona y nadie sabe por qué”. Sabemos lo que funciona y no lo ponemos en práctica, tal vez por querer buscar siempre esos “porqués” en lugar de dejarnos llevar, dejarnos sorprender  y ver qué ocurre. Creo que va siendo hora de que pongamos en práctica la vida, porque además es tan sencillo como chupar un caramelo, sacarle el gusto y quedarnos con su sabor.

Es como reírse, algo tan sencillo y que nos estamos olvidando de hacer. Reír es uno de los grandes placeres de este mundo (y de mis preferidos), me encanta la gente que sonríe, o mejor dicho, la gente que ríe a carcajadas, que se deja llevar por la alegría y me lleva a mí a ella. Pero me doy cuenta de que cada día es más difícil encontrar personas que sonrían y menos aún que se partan de risa. Esto se debe a la mala educación, sí, esa que metieron en nuestro  disco duro y que no hemos reseteado. Esa, que nos programó para ver la risa como una burla, como algo con lo que debíamos sentirnos incómodos, como un insulto hacia nosotros o hacía el prójimo e incluso como una falta de respeto. Respeto  a esa misma mala educación caducada y rancia que también nos  vendió la moto con el sexo, intentando privar al ser humano de otro gran placer e intentando estigmatizar a todo el que disfrutara de los placeres de este mundo. No sé muy bien porque, pero no interesa que la gente sienta placer, tal vez porque libera nuestro espíritu haciéndonos más grandes, y no interesa que el ser humano se haga grande, mejor pequeño y amargado, sumiso y obediente, manejable.

La Risa es una expresión de felicidad capaz de transformar la vida de quien practica este deporte. Con cada carcajada se ponen en marcha cerca de 400 músculos, incluidos algunos del estómago, algunos de ellos tan sólo se pueden ejercitar mediante la risa. Los huesos se estiran y se liberan diversas sustancias que contribuyen a que nuestro organismo se ponga en forma, incluso quema calorías, así que toma nota (por lo de la operación bikini, digo). Una de esas sustancias son las endorfinas, hormonas que están relacionadas con el placer, el bienestar personal y la mitigación del dolor. Esto hace que nos sintamos mejor física y emocionalmente. Y para más información, no solo no envejece, sino que conserva la juventud, pues reafirma y da  tersura al rostro gracias al ejercicio de estos músculos faciales que de otro modo jamás se ejercitarían. Por eso la gente que ríe luce más joven, fíjate bien y lo apreciarás.

Como dice aquella frase que tanto me gusta, pero que no recuerdo de quién es (tampoco  soy la Wiki): “Si algo tiene solución, ¿para qué preocuparse? Y si no la tiene, ¿para qué preocuparse?” ¡Relájate!  ¡Y vive!, pero sobre todo, ¡Ríete!, o mejor dicho, ¡Pártete el culo de risa!, porque la vida también es un chiste, y se debe  tener bien desarrollado el sentido del humor. La vida es una comedia, de eso no tengo duda, a veces tragicomedia, pero siempre podemos reírnos de ella, quitarle hierro al asunto, sea cual sea  y ríete de ti mismo, invitar a los demás a hacerlo y soltar endorfínas mientras paseamos por este circo en que vivimos. No te diré que sonrías, sino que te rías, con ganas y de verdad de todo lo negativo que pase en tu vida. Y para los que piensan que con dinero es más fácil reír, para ese grupo de personas que hacen del capital un dios y que piensan que es más fácil reír con dinero, que piensan que los ricos son más felices, les diré que no flipen y dejen de ser unos amargados, gracias al cielo……..¡¡REIR SIGUE SIENDO GRATIS!!





@-LA LUNA-@


Desde que era una niña las noches de luna llena me hipnotizan, contemplándola me he perdido en sus dibujos, como si fuera el mapa en que pudiera encontrar la ruta hacía las respuestas que me faltan, los enigmas que me inquietan, las certezas de lo que intuyo. Como si ella poseyera la clave....mi paradigma.......


Ívre comme un poète, libre comme une mouette.........
ZAHO

@-DESMITIFICANDO MITOS-@


Libertad sexual, qué bien  suena  ¿verdad? Se podría decir que hoy en día gozamos de esa libertad ¿no crees? Ya todos esos tabús, presiones y represiones, mitos y prejuicios han caído como cayó el muro en Berlín. Hombres y mujeres salen a la calle (o se quedan en casa conectados a un chat, o una red social, teléfono erótico o donde sea) y pueden buscar libremente lo que desean, sexo. Otra cosa es que lo consigan. Pero tienen libertad sexual, cierto ¿no? Pues a mí me suena a que no, que se vive en una falsa libertad, en una utopía.
Analicemos detenidamente este asunto. Libertad es la facultad que tiene el ser humano de obrar o no obrar según su inteligencia y antojo. Y  Sexual es el sexo o la sexualidad o relativo a ellos. O sea, que viene a decir que el ser humano tiene la facultad de obrar a su antojo en lo relativo al sexo, desde su inteligencia, claro está. Sin embargo dudo de que el ser humano tenga esa capacidad (bien desarrollada al menos), creo que dista bastante, si quiera, de molestarse en desarrollarla.
Me da lo mismo si se mira desde las relaciones esporádicas como si es desde la pareja estable. La libertad queda bastante lejos del sexo, sobre todo, porque para tener libertad sexual, primero hay que tener libertad a secas, es decir, vaciar el cerebro de toda esa información que nos llega a través de los medios,  novelas, películas, amigos e incluso de amantes y crear nuestro propio criterio. A ese, sí que hay que prestar atención pero desde el libre pensamiento, desde la libertad unipersonal, para luego hacer partícipe de ella a la pareja sexual. El problema es que pensamos que la libertad empieza y termina en uno mismo, y lo que es positivo para mí, tal vez para ti sea negativo, así que mejor no te lo cuento no sea que me taches de “bicho raro”. Con estos pensamientos, mal vamos…
Vivimos condicionados por lo que nos han contado (otros/as) sobre sexo. Lo que es y lo que no lo es, en qué orden se realiza, que pautas seguir, con qué frecuencia, lo que excita y lo que no, cuando empieza y cuando termina, lo que se puede o no decir, en definitiva,  lo que es “normal” o lo que no lo  es.  Y lo creemos sin  detenernos a pensar en  que todo es normal o nada lo es, según para quien y donde. Lo que es normal para un asiático no lo es para mí, o lo que unos tachan de aberración otros lo contemplan como un juego, así que ¿Por qué no empezamos por tachar esa puta palabra del acto sexual? Normal.
En el sexo todo vale. Desde el momento en que te hace sentir placer y no daña a nadie. Desde el momento en que conectas con otro ser que siente y disfruta lo que hace contigo, tanto si es chuparte los pies, como si es comer pollo frito con las manos, o azotar tus nalgas al ritmo de un blues (o tú las suyas). Todo vale. Pero es necesario confiar en uno mismo y en los demás, hay que aceptarse y aceptar, hay que transmitir lo que sentimos y como nos sentimos a nuestro partenaire, hay que comunicarse,  esas son las únicas normas del juego.
La sexualidad es tan amplia como la mente humana, se adapta a cada uno como un guante, es parte de nuestra vida, y puede o no ir ligada al amor, más bien diría que son dos cosas distintas que a veces se pueden fusionar, pero que tocan sensibilidades diferentes, van en contextos distintos. No se puede entrar en  el templo del placer cargado con los asuntos terrenales,  el mundanal ruido o la armadura puesta. Para eso, es mejor no entrar. Para poder hacerlo se necesita libertad de movimientos y pensamientos. Para ser libres sexualmente antes debemos ser sinceros, aceptar nuestro cuerpo como un conductor de energía, de sensaciones, de placer, nuestra mente como un paraíso de fantasía inagotable y dejar fuera de la alcoba todo prejuicio. Abrir la mente es más complicado de lo que parece a simple vista ¿verdad?

Si saliste algún sábado noche (o jueves tarde) en busca de sexo y lejos de ser esa maravillosa experiencia loca, te encontraste perdido en tus pensamientos, camino al hotel, en temas tan importantes como en si se te iba a levantar, en si tu cuerpo sería lo suficientemente atractivo y lucirías bien en pelotas, o si elegiste bien la ropa interior, mientras ella pensaba en si el maquillaje seguiría intacto, si sus tetas te parecerían demasiado pequeñas (o grandes) o si te fijarías en la celulitis de sus muslos, tal vez te estabas yendo literalmente por los cerros de Úbeda y preparando el terreno de un modo totalmente contrarío al natural, totalmente condicionado y cargado de tensiones, ¿Te suena de algo esta situación?
Pues bien,  esto no es sexo, sino presión psicológica por miedo al fracaso. Tal vez pienses ahora que la cosa no fue tan libre como habías pensado que sería, tal vez al final con unas copitas encima no le diste más vueltas y fuiste al grano, pero el resultado no fue exactamente el que pensabas que conseguirías y te quedó una sensación de que algo no estaba bien. De que aquello no era exactamente lo que habías imaginado. Si, hubo besos suaves o sucios,  caricias más o menos tiernas o bruscas, gemidos sutiles o desgarrados, orgasmos más o menos intensos, lo  “normal”….pero la sensación no fue de triunfo, más bien de haber cumplido con un deber y ese deber olía  a fracaso. Lástima, la próxima vez será. Pero, dime algo, entonces ¿te paraste a pensar en que te sucedía? o solo te dijiste mentalmente “pasa palabra” porque la sensación no era exactamente agradable. Nos han reducido el sexo a un acto donde se triunfa o se fracasa y en el sexo, amigos míos, nunca se fracasa. No es una conquista de territorios comanches, es un acto de dos cuerpos dispensándose placer. Cuando hay libertad sexual  jamás se fracasa, solo se siente de diferentes maneras.
El acto sexual  puede que sea el momento de más intimidad al que nos expongamos de forma  consciente en la vida (si no estás borracho), y sin embargo en muchos casos lo vivimos como una prueba de fuego por la que haya que pasar cuanto antes. Damos permiso a otra persona  para penetrar en nuestro espacio vital, en nuestro cuerpo con todo lo que conlleva, y se hace con más miedos que vergüenzas, en este terreno nos sabemos vulnerables, cualquier descontrol de nuestro cuerpo nos aterra (tirarse un pedo por ejemplo), los miedos aparecen, las dudas, los complejos, hasta el punto de poder estar más presentes estos pensamientos en el acto, que nosotros mismos, en lugar de dedicarnos en cuerpo y alma a lo que en realidad deseamos hacer, sentir….
Tenemos un cuerpo lleno de agujeros, fluidos, olores, ruidos, y puede que por ello siempre nos hayan hecho creer que el sexo era sucio, puede que por eso se asocien algunos comportamientos de forma errónea, así que asume esa suciedad porque eso es  natural. Cuando se es joven la carga hormonal es desbordante, pero  la psicológica todavía lo es más, y es entonces, si no tenemos una base sólida de autoconocimiento y aceptación personal,  cuando se pueden sufrir traumas que acompañaran nuestra existencia a lo largo de la vida, generarán resentimientos y crearán conductas y comportamientos futuros, haciendo que te preguntes cosas tan absurdas como: “¿soy normal?”.
Si queremos libertad sexual no será a través de educaciones manipuladas, ni estadística ridículas de cantidad, centímetros o aguante. La única estadística válida es la de nuestro cuerpo. El conocimiento de este como instrumento creado para el placer, sin condiciones ni pautas, sin ruta de viaje, sin nada que desvíe la mente del solo hecho de sentir. Y  de eso se está muy lejos mientras se siga pensando que sin orgasmo no hay sexo placentero, que sin erección no hay acto sexual, que el coito es la forma en que debe acabar cualquier contacto físico, o que todo el juego preliminar (mal llamado) tan solo es un medio para llegar hasta ese fin en lugar de un acto sexual en sí mismo.
Cuando se empiece a ser más sincero y menos táctico, se elimine la carga social y cultural y se abra la mente hacia el entendimiento de algo tan natural como simple, concebido en el ser humano no solo con el fin de procrear, sino como instrumento de placer infinito. Cuando la lacra de la conciencia inculcada durante años se rompa y quede libre la esencia de lo que somos, tal vez entonces seamos conscientes de que esa libertad sexual, tan mal entendida hoy en día, es posible. Y en lugar de colgar falsas medallas en tu expediente  colecciones momentos increíbles en tu memoria.




@-PRESUNCIÓN DE INOCENCIA-@


Ya hace tiempo que quiero hablar sobre los malos tratos y  mi visión, muy particular, sobre este asunto. No me refiero a esos malos tratos brutales físicos o psicológicos, que me revuelven literalmente el estómago y que jamás sería capaz de tolerar en mi presencia, aún a costa de meterme “donde nadie me llama” y salir mal parada. No, de esos no son de los que quiero hablar, sino de esos otros más sibilinos y asumidos por la sociedad, pero que no por ello dejan de ser malos tratos tan dañinos como los otros pero menos visibles  y que en grado sumo pueden llegar a encaminar conductas que si no se abortan terminarán en las agresiones más crueles, provocando dolor en el maltratador y el maltratado, si leíste bien,  también en ese necio hijo de puta que se merece lo peor, pero que también es víctima de algún modo. Alguna vez te has parado a pensar, que a su manera, también  está padeciendo su alma y es tan cobarde, inseguro, cruel e  impotente que solo sabe agredir a otro para saciar su frustración. Pues hay que pararse a pensar para comprender, para buscar soluciones a este Gran Problema Social, que va dejando un sendero de dolor. Aunque en estas aguas no voy a navegar ahora…
De lo que quiero hablar ese otro tipo de maltrato más común y menos apreciable para el ojo crítico humano por el poco ruido que hace y el poco polvo que levanta. He observado y escuchado a lo largo de mi vida miles de estas situaciones, y seguro que tú también, aunque a veces pasan inadvertidas por lo cotidianas que se vuelven,  pero que si analizamos convenientemente veremos que están ahí y varían en grado y medida como variada es la vida misma. Son los maltratos emocionales, esos a modo de manipulación, sugestión, amenaza, vejación, menosprecio, o simple indiferencia. Pueden ser en algunos casos incluso inconscientes, pero no por ello menos criticables.  Y aunque me chillen los (o más bien las) del fondo, no son exclusiva masculina, parten tanto de hombres como de mujeres, yo he presenciado muchos de estos  malos tratos “sutiles” (muy entrecomillado), y tal vez sea esa supuesta “sutileza” lo que los hace pasar inadvertidos o no pararse a pensar en ellos, aún, cuando los reconocemos como tal. No son grandes abusos de poder como una tsunami, sino grandes abusos de poder como una tortura eterna, un  gota a gota constante que va haciendo mella en el alma y agujereando si no con más dolor, si provocando heridas más profundas y duraderas.
Desde bien pequeños y en el seno de la familia, la escuela o los amigos ya empezamos a observar, oír y sentir este tipo de comportamiento. Comparaciones entre hermanos, ridiculizaciones o castigos ante invitados o profesores, descarga de frustraciones o culpas de sobre los hijos, en definitiva, miles de actos cotidianos pero nada convenientes. Esto va forjando un carácter con tendencia a la rebeldía y la sublevación. Pero recordemos que cuando no se ha sentido el peso de la opresión no cabe sublevación, no es más que una reacción a dicha acción. Ya en la adolescencia y según hacia qué lado de la balanza se haya inclinado nuestra “deformación” seguiremos convirtiéndonos  en algo que no somos, algo credo por las circunstancias que nos han rodeado de bien distintas maneras a cada individúo, pero muy parecidas en su base, para continuar deformando o formando otro carácter. Y así nos vamos construyendo un sinfín de personalidades de las que echar mano en diferentes situaciones pero sin terminar de descubrir quien coño somos nosotros en realidad.
Mientras somos jóvenes esto nos importa una mierda literalmente, ni tan siquiera nos paramos a pensar en ello, o lo hacemos de forma muy desordenada y sin llegar a ninguna conclusión, no tenemos las capacidades ni los recursos suficientes para hacerlo, y pasa la vida no sin dolor ni sin sus correspondientes desengaños. Y crecemos, crecemos, crecemos como personas adultas faltas de todo eso que nos fue negado: cariño, comprensión, confianza, respeto, ternura, entusiasmo, y lo más importante, respeto hacia nosotros mismos y hacía los demás. Nos emparejamos y comienzan los problemas, los choques emocionales, las concesiones, las “generosidades” carentes de generosidad, perseguimos algo que no tenemos pero que terminamos descubriendo que nadie tiene, ni nos puede aportar,  integridad. No la tenemos porque para ser integro hay que despojarse del ego, y el ego se alimenta de frustración, desencanto, orgullo, y casi todo lo negativo, todo lo que hemos necesitado para sobrevivir en esta jaula de locos. Desprenderse de ello es muy, pero que muy difícil y exige un gran trabajo de autocrítica y determinación descomunal.
Exige querer crecer como persona individual, aceptando los errores como nuestros, no buscar culpables más allá de nosotros mismos y perdonando a los demás que no soportando (véasela diferencia en la RAE), porque a veces confundimos términos. Porque si bien es cierto, que gran parte de esta situación fue sembrada cuando éramos niños y adolescentes, es durante la juventud o la edad adulta, si no hemos sido capaces antes, donde tenemos la obligación de tomar las riendas de nuestra vida,  debemos asumir la responsabilidad de quien somos y descubrir cómo queremos vivir esa vida y soltar lastre. Mirar nuestro pasado para analizarnos a nosotros mismos y buscar desde la sinceridad cuales fueron nuestros errores y cuales nuestras carencias, esas que nos hacen volver al fango y hundirnos en lugar de elevarnos hacia el universo de la libertad. Si no le dedicamos tiempo a nuestras almas, seguiremos caminando sí, pero encerrados en ese Peter Pan eterno que se niega a crecer, se niega a buscar respuestas y prefiere vivir en el mundo de nunca jamás, porque es mucho más divertido que asumir la triste y dolorosa realidad delo que significa ser mayor, y eludiendo la responsabilidad más grande, la que nos debemos a nosotros mismos.
Este complejo de Peter, daña más que ayuda, daña hasta tal punto que se va arrastrando a lo largo de la vida afectando a nuestra forma de crecer, de pensar  y sobre todo de comunicarnos y relacionarnos con otras personas. Va dejando un poso tan profundo, que llegamos a creer que se  haya disuelto y evaporado, pero que basta agitar un poco las aguas para que salga a la superficie. Este poso es el que va creando caracteres autoritarios, sumisos, complacientes, ariscos, rebeldes, intolerantes, déspotas, bipolares, intransigentes, excéntricos, egocentristas, inseguros y más, pero que dejaré aquí para no extenderme demasiado.
Estamos intentando solucionar la violencia sin ser conscientes o no querer serlo, de que la mayor parte de esa violencia se mama en la teta de la infancia, que esa es la raíz a la que hay que meter  mano si queremos terminar con los malos tratos. Las personas no somos libres si no nos educaron en libertad (no confundir con libertinaje). Si no tomamos consciencia de que si nos hacen daño es porque nosotros lo estamos permitiendo de un modo u otro. Si me gritan y lo tolero, si no le doy importancia porque eso lo hacia mi madre con mi padre, o viceversa, y es “normal” en una pareja, por ejemplo, ¿Quién es el culpable? El que grita o el que lo tolera. Pues yo pienso que es el segundo, porque uno nunca debe tolerar lo intolerable.
Dime algo ¿Cuántas veces has visto a tus padres besándose en la cocina?, lo sé, pocas o ninguna, y si los vistes ellos dejaron de hacerlo de golpe, no de forma natural, incluso se avergonzaron. Y sin embargo, deberían avergonzarse de otras conductas no de esta, al contrario esta se debería fomentar. No seamos tan ridículos o cortitos de pensar que eso va a conducir al desenfreno sexual a un niño (casi imposible) o un adolescente. Son inteligentes, pero sobre todo, altamente sensibles. Yo pongo la mano en el fuego de que ver a tus padres amarse, aunque en un primer momento les avergüence, lo hace desde una visión de algo íntimo y hermoso donde te sientes un espectador indiscreto, pero que más tarde le hará sonreír en privado, y lo que es más importante, crecerá sabiendo que lo natural en una pareja es amarse, no gritarse.
Hasta el día en que no comprendamos todos y todas, que para crecer en la vida hemos de fundamentar el valor del cariño, el respeto,  la educación y la palabra y que todo ello forma el diálogo y que es en ese diálogo, donde  está la única clave para solucionar los problemas. Hasta que llegue ese día, no conseguiremos que el mundo se entienda. Si a no somos capaces de educar a nuestros hijos para sentirse bien en sus cuerpos y en sus mentes, sabiéndose perfectos por naturaleza y desarrollando sus más grandes y hermosas capacidades como la generosidad, la tolerancia, la empatía, la sinceridad, el compañerismo, la humildad, el amor y todos esos valores por los que merece la pena vivir y que hacen grande a un hombre o a una mujer. Hasta que esto no sea la base de la educación, seguiremos criando almas que militaran en el bando de los maltratadores o los maltratados, en lugar de personas integras. Y tanto nosotros/as, como educadores/ras o  ellos/as el día de mañana como adultos, seremos los/las culpables.
Así que porque no empezamos a apartarnos de conductas y cánones caducos y carentes de resultados óptimos y comenzamos a fomentar lo que tenemos de serie en nuestra alma, el amor. No permitas que nadie te trate de otra forma que no sea con amor, o tan solo tú serás el culpable, y no trates a nadie de otra forma que no sea con amor.
 Las personas te hacen daño en la medida que se lo permites, así que no lo toleres ni  los juzgues sin juzgarte a ti primero porque todos partimos del principio de presunta inocencia. Tú eliges.


Sé consciente de tu reflejo........


@-CÁNCER SOCIAL-@


Hace unas semanas, un par de amigos con los que estuve conversando en diferentes días, me comentaron una situación bastante parecida. Un asunto que no es nuevo, pero que empieza a parecerse mucho al día de la marmota, es decir, se repite. En los últimos tiempos además, está ocurriendo con demasiada frecuencia. Cada vez es más habitual y cotidiano escucharlo en boca de cualquiera. Pero sobre todo y lo que es peor, empieza a normalizarse. En mi opinión,  no tiene nada de normal, pero tal vez sea, porque en términos generales, lo que a los demás tienden a parecerles normal a mí no suele parecérmelo (así soy de rara, que le vamos a hacer). Pero esta normalización del asunto, me preocupa.
Me preocupa principalmente lo asumido que lo tenemos y como suele ocurrir en estos casos, la poca atención que se le está prestando. Como todo lo que no es novedad está pasando a un segundo plano, pero consigue que yo sí le preste atención y me haga preguntas, me pare a pensar con más detenimiento e intente hallar mis respuestas.
Es algo que siento cerca y veo que se está extendiendo y propagando como una verdadera plaga, pero que no se contempla como tal, a lo mejor porque no se pueda clasificar de este modo, o puede que sea, debido a que casi en el 90% de los casos se cura. Esto, sirve como bálsamo de Fierabrás pero no es mágico. Sí, hablo del cáncer.
Cada vez son más frecuentes las noticias de familiares, amigos o conocidos a los que les han diagnosticado un cáncer, es decir, se les ha desarrollado. Ese es el término adecuado. Algo que se desarrolla o no. Esto me quedó claro desde que mi simpático traumatólogo, ya jubilado por cierto, me explicó como si tuviera cinco añitos, que todos estamos expuestos a  desarrollar la enfermedad, ya que no son más que las células de nuestro organismo multiplicándose de forma rebelde y maligna (neoplasia maligna se llama), y creando cúmulos de células cancerosas (tumores). Son al fin y al cabo células descontroladas o hijas de puta (esto último lo dije yo).
Partiendo de esta información tan básica y tras leer algunos artículos sobre el tema en internet, libros, prensa y escuchando declaraciones de gente que había vivido la enfermedad de diferentes maneras, hay una pregunta que se repite constantemente en mi cabeza: ¿Por qué tan a menudo? 
Parece como si todos, antes o después, tuviésemos que terminar pasando por ello. Ya no se ve como algo raro o aislado, que es consecuencia principalmente de la edad, sino que se acerca peligrosamente a cualquier edad y nos va rodeando con sigilo. Los médicos tienen algunas ideas sobre el por qué la gente puede desarrollar un cáncer. Los principales factores implicados son la genética y determinados desencadenantes ambientales y de comportamiento. Pero también he leído y escuchado en muchas ocasiones a médicos entendidos en la materia, decir que esta enfermedad tiene la sorprendente particularidad de que, la actitud del paciente puede llegar a generar un cambio radical en su evolución, y en algunos casos, hasta desaparecer de forma “milagrosa”. Esto, resulta más sorprendente, si cabe, viniendo del colectivo médico, que no suele ser dado precisamente a creer en milagros, y mucho menos en fomentarlos.
Como ejemplo citaré  el caso de Suzanne Powell, una tía cojonuda, con una cojonuda actitud ante la vida, cuya experiencia ahora comparte para ayudar a otras personas de forma gratuita, y que os aseguro es muy interesante (podéis buscar su “Reset” por ejemplo, en YouTube). No se trata de buscar nuevos profetas, sino de ser los nuestros propios, cada uno siendo consciente de su capacidad y maestría para ser feliz, y que sin duda para mí, es “La actitud”.
Y llegados a este punto, es cuando yo me monto mi propia teoría al respecto. Y os digo, que creo fervientemente que el verdadero cáncer, la verdadera plaga de este mundo, la que nos está cercando cada vez con más intensidad, es la actitud del ser humano ante la vida. Cada vez la gente está más desmotivada, es más pesimista, cree menos en su fuerza interior y confía menos en los demás. Desde todos los flancos tanto institucionales, como familiares y sociales nos están llegando un sinfín de mensajes que minan nuestro optimismo, nuestra fuerza vital, nuestra ilusión y  hasta la paz de nuestra alma.
Tanto en el terreno profesional como en el personal, se nos exige saltar un listón que cada vez está más alto y es menos alcanzable, por lo que hay que ser altamente competitivo, y señores, esto es sinónimo de rivalidad y disputa. Es la ley del más fuerte. Plantearse la vida como si fuera una batalla a ganar o perder, en lugar de simplemente vivir y dejar vivir. Ya no vale con ganarse las lentejas dignamente, tener un hogar, disfrutar de lo que se tiene y ser feliz, ¡no! Eso, es apostar a caballo perdedor,  y lo malo es que así se lo estamos transmitiendo a las nuevas generaciones.
Hay que ser “el mejor” en todos los aspectos, y aquí, el término mejor equivale a “el que más”. El que más dinero gane, el que más grande la tenga (la casa o la polla es igual), el que más caro tenga el coche, el que más idiomas domine, el que más carreras tenga (y no hablo de running, aunque podría añadirlo), el que más deportes practique,  incluso el que más perfecto sea físicamente, dando un banal sentido a este término y aunque para ello haya que pasar más veces por quirófano que Cindy Jackson. Pero esta señorita como el resto de individuos que persiguen esa supuesta perfección primero debería haber echado un ojo a la definición de la palabra “perfecto” en el diccionario, es decir,  “Que tiene el mayor grado posible de bondad o excelencia en su línea”, cosa que dudo o hubiesen comprendido aventuro, que la bondad no se implanta en un quirófano.
En fin, y al fin, lo más triste de todo, es que nos estamos olvidando de fomentar lo más importante, que es la alegría, que no la felicidad, que es más bien el producto resultante de esta. Tanta responsabilidad no deja tiempo para vivir, divertirse, jugar, compartir, ayudar, descubrir. No deja tiempo al tiempo, ya que esta búsqueda es a contra reloj. La alegría está mal vista en nuestros días. Llevan mucho tiempo inculcándonos una idea equivocada de lo que es la felicidad y lo peor de todo es que estamos creyendo en ella. La avaricia siempre rompe el saco, pero la ambición rompe el alma. Por eso cada vez que salgo a la calle me fijo en  la gente y veo rostros grises, ceños fruncidos, semblantes sobrios, ojos opacos… ¿Es eso lo que queremos realmente? Yo francamente, no.
Sonreír es gratis, pero qué poco vende, y los pájaros de mal agüero están en boga. Nos están haciendo creer que sonreír no está bien, que ser feliz aunque no se tenga nada (y hablo de dinero, que hoy en día es “el todo”) no es “normal”, que las cosas pequeñas no tienen valor, que el mundo es un lugar hostil donde hay que salir a luchar cada día en lugar de un paraíso de sensaciones donde disfrutar. Que la felicidad dura poco, así que mejor no te sientas muy feliz, ni te relajes mucho en esa breve situación, no sea que la bofetada te pille sin protección, así que ¡protégete del enemigo! ya que no se puede confiar en nadie, el ser humano es mezquino y ruin. Tan solo el dinero, será la llave que te abrirá las puertas de la felicidad.
Pues señores, yo les digo que van de culo como piensen  de este modo, pero sobre todo como actúen de este modo. El dinero es necesario sí, pero no tanto. Es un medio, no lo conviertan en un fin. Yo lo tengo claro, y pienso que en realidad, este es el motivo por el que el cáncer cada vez ataca con más frecuencia. El ser humano no vive, sobrevive, y lo hace tristemente, y lo que es peor,  piensa y cree que no está en su mano ser feliz. El sistema inmunológico de nuestra especie está por los suelos, y no digamos la autoestima. Nuestras almas se debilitan cada día, están hambrientas, famélicas, indefensas y a este inquilino le encanta campar a sus anchas en la debilidad del alma. Eso es exactamente lo que yo creo.
La plaga de nuestros días es la poca atención que se le está prestando a nuestros sentimientos y los medios de comunicación pioneros en machacar, violan, agreden y manipulan a diario, infectando al ser humano de los peores sentimientos, que fomentan con sus noticias tremendistas y repetitivas. Nuestras almas pueden ser frágiles como las alas de una mariposa, sí. Pero yo sé, que también poseen la más grande de las fortalezas cuando se alimentan. Y se alimentan de risa, de bondad,  de amor, de confianza, de respeto, de cariño, de magia, de alegría, de comprensión, de sueños, de amistad, de tolerancia, de solidaridad, pero  sobre todo…de ilusión. Sí, ya sabemos que existe el dolor, pero sufrir más de lo estrictamente necesario es optativo, y puede durar menos si se enfoca adecuadamente. “No me llames iluso por tener una ilusión”, ¿te suena?, simplemente comparte la alegría.
La felicidad empieza por la alegría, la libertad para sonreír, libertad para elegir lo que nos gusta, libertad para elegir como vivir, libertad sin cargas emocionales. El éxito está muy bien, pero elige tú mismo cuál ha de ser ese éxito, no vayamos como corderos siguiendo a un pastor que no nos ha dicho ni a donde va. No hagamos de ello el centro de nuestra existencia, o cuando hayamos llegado, si es que algún día llegamos a saltar ese listón tan alto, tal vez no nos queden fuerzas, humor o salud para disfrutarlo.
Un día una anciana me dijo: “Antes la gente se reía más y no tenía nada, ahora tienen de todo pero nunca tienen suficiente” y sé murió de risa.




@-MI PSICÓLOGO-@


Me gusta la psicología. Posiblemente porque me gustan las personas, la mente, la comunicación, la forma en que nos expresamos y lo que el entorno provoca en nosotros. Algunos amigos me piden consejo, aunque a mí no me gusta darlo. Puedo opinar, pero no aconsejar, porque jamás dispondré de datos suficientes para ponerme en tus zapatos. Estos intereses personales hacen que tenga cierta disposición a escuchar, y sienta necesidad de ayudar, principalmente porque me hace sentirme bien, y eso me gusta. Me planteo muchas cosas y siempre estoy ávida de información que me aporte más datos sobre quién soy y porque actúo como lo hago, siempre deseo aprender,  y siempre termino aprendiendo algo de las personas que me rodean.
Un día me planteé esta cuestión: Hay cosas que deben decirse en público, pero otras son privadas y nunca deben revelarse públicamente. Han de guardarse, esconderse, ocultarse. Seguro que en este momento se te están ocurriendo miles de ideas a este respecto y estás afirmando con la cabeza o con el pensamiento, estás total o parcialmente de acuerdo conmigo. Pues te equivocas, porque yo no estoy de acuerdo con este pensamiento. Porque si actuamos de este modo, lo que conseguiremos es justamente lo contrario. Que no desaparezcan jamás.
Si por ejemplo,  hoy yo subiese al Facebook el texto: “Cuando llegué ayer a casa me encontré  a mi pareja (marido/novio/amigo con derecho a roce) en la cama con otro/a y estoy destrozada”. Seguro  te quedarás desconcertado/a. Puede, en un primer momento,  que pienses que es una broma, cositas del “face” que nos vuelve graciosillos y juguetones. Pero si consideras que no lo es, seguro te chocará que comparta esta información públicamente y decidirás de qué modo vas  actuar ante esta revelación.
Pero si escribo: “En mi vida entró alguien fascinante que me hace tocar el cielo cada vez que me mira”, posiblemente  no dudes de su veracidad, o al menos de que algo maravilloso me está sucediendo y fijo lo comprendes al instante. Casi apostaría a que haces un comentario o clicas al “Me gusta”.
La diferencia entre estas dos situaciones es evidente, no estamos acostumbradas/os  a compartir la parte negativa de nuestras vidas  porque la consideramos vergonzosa, y si nos hacen partícipe de ella lo primero que hacemos es dudar de su veracidad. Aunque no seamos nosotros mismos los causantes de la situación, nos resulta bochornoso que la gente se entere de que nuestra vida no es un jardín de flores, porque mina nuestra imagen de personas perfectas y felices. Pues bien, nadie es perfecto, eso lo sabemos todos, ni existen vidas perfectas. Tan solo vidas diferentes con experiencias diferentes pero que acaban siendo muy similares. Todos tenemos momentos de felicidad pero también y por desgracia, muchos momentos de dolor, pero estos últimos no son atractivos, no interesan, no se comparten. Son privados.
El dolor, el sufrimiento, la tristeza, forman parte de nuestras vidas, pero no se deben compartir. Tan solo, en el mejor de los casos, lo hacemos en un círculo muy cerrado que termina abarcando tan solo a nosotros mismos. Nos han enseñado a  ocultarlos, a no mostrarlos,  ¿quién no ha escuchado alguna vez (por no decir miles) “los trapos sucios se lavan en casa”?
Pues bien, a mí me gustaría saber que trapos son esos. Tal vez los que se quedan ahí en el cubo mental de la “ropa sucia” apestando por el resto de nuestros días y que jamás se lavan, esos que corroen el alma hasta volverla color gris ceniza, esos que están en todos nosotros de un modo u otro pero que cuando finalmente los muestras a alguien, este termina sacando su propia colada y demostrándote que los tuyos tal vez no estaban tan sucios sino un poco deteriorados, o viceversa, pero que consigue que ambos  os sintáis mejor. No eran tan sucios y seguramente la mayor parte de ellos no eran ni vuestros.
No creo que se tenga que ir aireando la vida privada a los cuatro vientos, pero sí, que sería muy beneficioso para todos/as que se  tuviera libertad y soltura para expresar tanto las cosas que nos hacen felices como las que nos  dañan. Entender, que la comunicación es la base del entendimiento entre seres humanos, que nada de lo que nos ocurre es aislado, y mucho menos sucio,  bochornoso  o vergonzoso, por el mero hecho de que nos provoca un dolor. Pero entiendo que poder hablar de ello con libertad  es la única manera de que podamos  liberar los miedos, confiar en las personas y no cargar con lastres innecesarios.
No hay nada vergonzoso en sufrir, ni en sentir dolor, en ser sensible, ser abandonado o engañado por tu pareja o  en tener una familia “políticamente incorrecta” (todas tienen “algo” os lo aseguro). Pasar hambre, no tener dinero para llegar a fin de mes o cientos de cosas que se me ocurrirían. Seguro que alguna encaja en tu perfil y si no es así, eres esa excepción necesaria para confirmar cualquier regla ¡estás de suerte! O te estas mintiendo…
Pero, seguro que estarás de acuerdo conmigo en que no compartirías algo así con nadie, o casi nadie, cuando menos en un Facebook. Sin embargo, si lo hiciéramos, posiblemente recibiríamos más beneficio que perjuicio, porque si algo tiene las redes sociales es que detrás hay personas, y esas personas en términos generales son SOLIDARIAS. Todo el mundo se mueve cuando una chica ha desaparecido, o un delincuente peligroso  está en busca y captura,  un niño necesita un  trasplante o hay una evidente injusticia social. Las personas se conmueven y tienden a arropar al prójimo en situaciones críticas, pero esas críticas situaciones son de otros, a mí no me ocurren.  
Así que, si  me encuentro el “numerito de cuernos” no se me va a ocurrir compartirlo con nadie, no sea que critiquen mí crítica situación y mi mundo de color rosa desaparezca (aunque ya lo haya hecho). Pero si me entra la enajenación mental transitoria y lo comparto, estoy segura de que recibiré llamadas de mis amigos, esos que lo son no solo de nombre, y miles de muestras de apoyo de gente, que aun no conociéndome lo suficiente, querrán arroparme de alguna manera. Y es muy probable que ese apoyo me ayude  a sentirme mejor. Pero para eso he de estar acostumbrado a expresar mi sentir con libertad y sin vergüenza, ¡aaah, la vergüenza! Eso que se tapa desde que nacemos y que con cada año contiene una capa más y termina convirtiéndonos en pesadas cebollas y haciéndonos llorar…..
Si estuviéramos  acostumbrados a expresar el dolor con la misma facilidad con que expresamos  la alegría, ese dolor sería menos doloroso, valga la redundancia, menos dañino, más liviano e incluso más breve, ya que perdería toda su carga psicológica, el peso de  la mal entendida “vergüenza” impuesta por una sociedad que nos dice que la imagen está por encima de las personas, de los sentimientos, de la vida misma. Que eres lo que aparentas y no lo que verdaderamente eres, que es, mil veces mejor que eso.
No os pido que estéis de acuerdo conmigo, tan solo que os paréis a pensar en ello unos instantes y os preguntéis  ¿Qué beneficio se obtiene de no expresar el dolor? ¿Compensa?
Yo os doy mi respuesta: Ninguno. Y no, no compensa.
A la corta o a la larga tan solo la comunicación, compartir con otras personas tu angustia, logrará, sino que te deshagas de ella, si  mitigar su peso. Buscar personas con quien compartir tu dolor y no ocultarlo, rodearte de amigos/as  de esos que no juzgan, que saben escuchar, sinceros, imparciales, nobles, y generosos y sobre todo logra comunícate, a poder ser personalmente, no a través de un Facebook, será lo que te libere de buena parte del peso.
Si no lo consigues, es muy probable que termines tumbado  en un diván contándoselo a  un perfecto extraño al que pagarás por horas para que escuche tus mal entendidas “miserias” y que en la mayoría de los casos el único peso que te quitará será el de la cartera, porque al fin y al cabo, ¿no son los  psicólogos amigos de pago?
Me gusta la psicología, pero más me gusta poder sentir que lo que sé, lo que siento y lo que soy lo puedo compartir con otras personas de forma totalmente altruista y conseguir que de algún modo, se sientan mejor. ¿Y a ti, te gusta hacer sentir bien a los demás? Pues elige a tus psicólogos, el mío………… puedes ser tú.


@-LAS PIEDRAS-@


La vida va generando en cada uno de nosotros pequeñas cicatrices. Dependiendo del tipo de vida que se haya vivido se cargan más o menos de esas cicatrices. De ellas creemos aprender, pero no es así, lo que nos hará crecer será asumirlas, enfrentarlas y superarlas, son un lastre pesado con el que cargamos, si no las superamos, aunque pase el tiempo, continúan ahí y reaparecerán. Las provocan, lejos de lo que se pueda pensar, no grades catástrofes sino pequeñas acciones que nos hieren, esas pequeñas cositas que para nosotros son importantes y para cualquier otro son insignificantes, esas cositas inconfesables difíciles de apreciar.
Debes intentar superarlas desprendiéndote de ellas, y perdonando. Lo consigues contándoselas a un amigo, a tú pareja a un familiar especialmente cercano….pero,  si elegiste mal a la persona en la que depositaste tu confianza, o si esa persona no aprecio el grado de importancia que tenían para ti, se vuelven a abrir y consiguen que la próxima vez  seas más hermético y cerrado, que ya no confíes en nadie, que  sientas que la vida te dio la espalda……..otra vez.
Entonces  tendemos a considerarlo un error, creemos que hicimos mal al confiar en alguien equivocado en determinado momento, y  consideramos que podía haber sido decisivo si hubiéramos actuado de otro modo, si nos hubiéramos callado en determinada ocasión, si no nos hubiéramos abierto, pero es absurdo pensar eso, ¿has intentado comprender por qué deseas contárselo a alguien?
Hablar es una liberación, expresar te quita peso, el peso del silencio. Tal vez simplemente no te dijo lo que tú querías oír y abrió esas heridas sin curar, porque no buscabas respuestas, sino solamente comprensión. Tal vez crees que tan solo tú sufres más que nadie, tal vez tú ya te juzgaste y condenaste al silencio, y no permites que nadie te juzgue de ese modo, no te gusta oírlo, porque nadie puede juzgar la vida que no vivió. Es cierto.  Cada uno es un conjunto de sus propias vivencias y de las decisiones que tomo,  pero no es inamovible, siempre puede ser mejor, siempre puede cambiar lo que no le gusta, tan solo ha de desear cambiarlo por sí mismo, no por nada, ni por nadie. Aceptarse, perdonarse y crecer.
Nunca diré de esta agua no beberé porque he bebido una y otra vez en las mismas aguas, hay cosas en mí que no cambio porque me gustan como son, y sé que volveré a beber del mismo agua el día que lo desee. En muchos aspectos terminaré  actuando de la misma manera en las mismas circunstancias, pero seré otra persona en otro momento de la vida, seré mejor y esos actos tendrán distinto resultado, porque yo los cambié, porque nada se repite solo se transforma.
 Solo puedo guiarme por lo que siento, lo que me sale. Y si no sale, es porque no lo deseo. Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos, tres, cuatro veces con la misma piedra, y si tuviera vida suficiente, hasta infinitas, porque no se da cuenta de que esa piedra con la que está tropezando, es él mismo. No entiende que nada lo puede dañar más que él, qué nada lo puede hacer más feliz que él mismo. La felicidad empieza por amarse a uno mismo y tener capacidad para ser consciente de ello, sin ese temor absurdo. Tan solo disfrutar de lo hermoso que pasa por su vida sin intentar poseerlo, retenerlo, o transformarlo, tan solo amarlo y dejarlo libre, como el viento, como el mar….
Se tiende a pensar, que los jóvenes, cualquiera que sea más joven que tú, no saben dela vida, que somos más sabios por la edad, las experiencias o la perspicacia. Posiblemente en algunos aspectos sea  así, pero en muchos casos, esa falta de experiencia, de cicatrices, convierte a algunos jóvenes,  a mis ojos, en seres interesantes e impresionantes, que saben disfrutar de la vida, que expresan lo que sienten como lo sienten, por eso siempre me gustó rodearme de ellos y escucharles, no solo oírles. Carecen de ese lastre de supuesta experiencia y lo compensan con grandes dosis de entusiasmo y pasión, por eso resultan tan atractivos. Incluso los niños son grandes maestros, yo conozco dos maestrillos a los que siempre me gusta escuchar, su visión de la vida no está dañada, no de momento,  los respeto como las personitas que son, siempre he aprendido tanto de ellos como de cualquier persona de mayor edad, que pueden darte una visión siempre distorsionada de la vida, la visión personal creada por sus experiencias pero que nunca son ni serán las tuyas, ya que como dice mi padre: “Cada uno cuenta la feria como le fue en ella”.
Algunos lo llaman desengaños, otros heridas y otros pensándose más sabios experiencia, sin pararse a pensar que esa “experiencia” mal gestionada, inhibe su frescura, su expresividad, sus ganas de vivir. Los momentos de la vida nunca se repiten de igual manera aunque a veces tengamos la impresión de que sea así, es imposible, porque nosotros nunca somos exactamente los mismos ni un momento es exacto al anterior, vamos creciendo, cambiando, mutando, como la vida misma….
Mi falta de experiencia en muchos aspectos  creo que me ha dotado, a mi edad, de esa parte de entusiasmo juvenil que mantengo intacto en mi interior. Me ha causado daño, en ocasiones muchísimo, pero he intentado entender que es lo que lo provocó, y asumir mi responsabilidad. No busco culpables de mis errores, tengo una vida para vivirla como me dé la gana, soy responsable de ella, yo y nadie más. Voy en busca de lo que deseo con toda la pasión de que soy capaz y agradezco todo lo que me aporta algo bello a mi vida. De las experiencias, heridas o vivencias solo deseo sacar el lado positivo, el vaso siempre estuvo medio lleno para mí. No quiero perder, en cierto grado, mi parte ingenua, mi confianza en el ser humano, dejar que ese lastre, mi propio lastre me supere, me haga crecer hacia dentro a base de hostias, prefiero expresar y sacarlo fuera,  buscar cuales son mis piedras, verlas, calcular sus dimensiones  y saltármelas cuando me las encuentre. Aprender a saltar…. bien alto.



@-SOY TORMENTA-@


Llueve,  y sorprendentemente esto me hace sonreír. No es que lo eche en falta sino que me trae recuerdos agradables, aunque sutiles y melancólicos, momentos demasiado monótonos y aburridos, momentos grises sin vida ni fuerza.
Es agradable sentir esas pequeñas gotitas de lluvia en la cara de vez en cuando, pero si he de mojarme yo  prefiero una tormenta, un torrente empapándome entera, calándome hasta los huesos, produciendo sensaciones intensas de esas que no se olvidan, haciéndome sentir su pasión, su fuerza, su poderío, haciéndome sentir viva.
Lo sutil es agradable, tranquilo, más estable, no digo que no, y a veces también necesario, pero lo justo para coger fuerzas de nuevo. Porque si esa tranquilidad se torna constante, monótona, rutiaría al final  es como vivir en un pueblo, me aburre, no es para mí, no al menos de momento. Le falta vida,  le falta pasión,   es como dejar de sentir, como un coma profundo que tal vez sea necesario un tiempo, para sobreponerse de un shock traumático, para conseguir  paz, para cargar las pilas. Es como pasear por un cementerio,  me gusta ir en ocasiones, pero solo para escuchar a los muertos que me susurran: “Carpe Diem…”, como en esa película de Peter Weir. Puedo escucharlos, sentir sus almas pidiéndome  que viva mientras pueda. No voy a hacer de mi vida un cementerio, no estoy muerta y no quiero vivir la vida como si lo estuviera….
Todo lo que ha ocurrido antes de en este momento ya  es pasado, y para mí lo pasado,  pasado está, ya no está, como esos muertos, puedo sentirlo pero se ha ido y he de seguir adelante. No voy a negar que a veces recuerde cosas,  pero creo que cada vez son menos, anclarse en el pasado te impide crecer y terminas viviendo en una constante comparativa sin llegar a apreciar el momento actual en toda su intensidad, y este momento acaba de pasar al pasado, continuamente lo hace, ya no se puede rectificar, ¿Por qué molestarse en desear volver a él si ya nada se puede cambiar? Hay tanto en el presente por hacer, por disfrutar, por sentir….
Y el presente, aaah! el presente….  está ahí, nuevito, sin estrenar, como unos zapatos de domingo, y son nuestros zapatos, los que debemos calzarnos cada día para recorrer el camino, para construir un pasado por el qué tal vez un día, cuando seamos viejos, nos guste salir a pasear. A recordar, porque ya no podamos hacerlo con nuestros pies . Pero todavía no soy vieja, no me siento vieja, ni mayor para hacer nada que quiera hacer, la edad está en la mente y conozco gente vieja con muy pocos años. Es la falta de ilusión lo que envejece, perder las ganas de vivir, de luchar, de pelear, de conquistar, de cruzar la frontera de nuestras propias limitaciones, es dejarse ya mojar por esa suave lluvia en lugar de salir a saltar bajo la tormenta.
Me gusta vivir el presente, sentir que me pertenece y puedo hacer con él lo que me dé la gana, porque sé que puedo, y tú también. Sentir como la sangre corre por mis venas, como se mueve en mi interior,  como soy capaz de emocionarme con las pequeñas cosas, con los detalles, con sorpresas inesperadas, con sonrisas ajenas, con el entusiasmo de una voz, con la lucha de los otros y hacerlas mías, sentir  que todo eso está dentro de mí me da fuerza y  puedo comerme el mundo, soy yo quien conduzco y puedo pisar o soltar  el acelerador cuando me dé la gana.
Dejarse mojar por esa suave y sutil  lluvia puede estar  bien, pero yo todavía disfruto saliendo a saltar bajo la tormenta, todavía amo la Vida……


@-MI PROGENITOR ME MIMA-@


Conozco bien  los mecanismos del autoengaño, esa sutil forma en que nos intentamos convencer a nosotros mismos de algo a base de no facilitarnos toda la verdad.
Como por ejemplo, cuando alguien le pregunta a un fumador, “¿fumas mucho?”,  y casi automáticamente responde, “¿yo?, nooo….no  llegará a un paquete”. Cuando realmente sabe, casi a ciencia cierta, que se limitas  sencillamente a no contarlos. Aunque su cerebrito, ese,  que suspendía  cada año “las mates”,  se hace una perfecta idea de la cantidad exacta que consume, pero  de este modo no tiene un dato real que lo ratifique y se hace literalmente “el loco”, es decir, no se cuentas  toda la verdad y así no siente que se está  mintiendo, sí es muy audaz,  hasta consigue desterrar ese  pensamiento de tal forma, que acaba creyendo su propia mentira.
El caso es que a mí esta estrategia ya no me sirve, porque tengo un Pepito grillo que grita más que un demonio.  ¡Jodido grillo!,  y me avisa cuando estoy entrando en ese sainete miserable. Y yo me pregunto,  si somos capaces de hacer esto con nosotros mismos, cuantas mentiras no seremos capaces de aceptar con relación a los demás, sin ni tan siquiera detenernos a  pensar ni un segundo en ello para no despertar a  Pepito, el  grillo que agazapado espera para salir gritando.
Una de esas mentiras, es la que está relacionada con la capacidad para ser padre. Con  quién determina si se es y  no se es capaz, o lo que es peor, quien puede o no puede serlo. Cuando de heterosexuales hablamos es de lo más sencillo, no lo determina nadie, bueno miento, lo determina la mujer, solo y exclusivamente. Hoy en día  si una mujer que no quiere tener hijos no los tendrá y si lo desea, nada ni nadie impedirá que así sea, tiene miles de millones de maneras de llevar a cabo tamaña empresa en solitario y sin necesidad de preguntar. No necesito enumerar opciones, sé que todos estaréis de acuerdo conmigo.
Pero si del hombre, estamos hablando, la cosa cambia radicalmente, nada puede hacer para tener un hijo en solitario, y si  de algún tipo de triquiñuela  se valiesen para lograrlo, por ejemplo a través de una generosa amiga, no tardaría la justicia, en caer sobre ellos con todo el peso de la ley. Ley, ante la que somos iguales como derecho fundamental  y que reza en la Constitución Española Capitulo II, Articulo 14: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.” Y si somos iguales ante esa ley, ¿Por qué una mujer, por el hecho de serlo puede criar y educar a un niño sola sin ser prejuzgada o cometer un delito   y un hombre no?
La mujer posee la capacidad natural de engendrar, gestar y parir una criatura,  pero esto no es  un atributo que lleva inherente la capacidad para ser una buena o mala madre, en eso influyen muchísimos más factores, tales como si realmente lo desea, el amor, la dedicación, la paciencia, la responsabilidad, la estabilidad  emocional y miles de cualidades que se van sumando a lo que forman un carácter. Idénticos factores que formarían un buen padre,  y  esto nada tiene que ver con la condición sexual de cada individúo.
Es más, ni tan siquiera creo que el modelo de familia convencional  hombre-mujer-niño sea el mejor, sino una opción más en el amplio abanico de ellas. Cada vez hay más familias mono-parentales producto de los miles de separaciones, divorcios, o rupturas y en la mayoría de los casos, esto acarrea fuertes traumas a veces insuperables para esos niños producto de uniones rotas incapaces de desvincular la relación personal de la relación maternal o paternal.
Tal vez si cada individúo pudiera ser padre o madre en solitario, si la educación estuviera enfocada de este modo, todos y todas estarían en posesión de las mismas cualidades independientemente de las propias individuales,  no se perseguiría la pareja como meta para crear una familia, no se traerían hijos al mundo para salvar matrimonios, no se discriminaría a la mujer en el ámbito profesional  para supeditarla a un hombre y coartar su independencia económica  y social, y tal vez esos hijos serían más felices.
Tal vez, la igualdad comience por reconocernos como seres individuales, independientes y autónomos, que si lo desean se acompañaran de otros seres para compartir la vida de forma libre y que se verán y tratarán como iguales. Tal vez un día podamos dejar de mentirnos tanto y empezar a hacer más caso a ese Pepito grillo que tanto sabe y que tan poco escuchamos. Quién sabe……tal vez un día
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