Hoy
quiero contar la historia de una mujer. Una mujer de otra época, de otro lugar, de otro
tiempo…pero que como tantas otras, debe ser contada. Está sacado de un contexto
mucho más amplio y profundo, por lo que os pediré que no os quedéis en lo
evidente y si deseáis más información
leáis el libro. Es una historia es muy
sencilla y a la vez muy interesante,
tanto para mujeres, como para hombres a
los que les gusta conocer el alma de ellas; tan simples a veces y tan complejas
otras, pero generalmente poco entendidas.
Esta
historia describe una situación real llevada al extremo, pero que es más común
de lo que pueda parecer y a la que no debería llegar ningún ser humano. Habla del hambre, hambre del alma, y de esos “errores” que a veces se
cometen ingenuamente, por inmadurez, tanto en la juventud como en la edad
adulta; porque no es cuestión de edad sino de conocimiento interior; ante los que no se sabe reaccionar a tiempo y
llevan a la destrucción continuada de la psique
femenina.
No es
tarea de los hombres, sino de las propias mujeres atender a su alma. Toda decisión parte y muere en uno
mismo, pero se debe escuchar los instintos, pues nadie los escuchará nunca tan
alto y claro como nosotras mismas.
Espero que os haga pensar, que os sirva, ya que como todo historia, va más allá de las
palabras. Espero francamente que os guste…
La
Abuela
“Otra
mujer con la que trabajé, una mujer inteligente y capacitada, me habló una vez
de su abuela que vivía en el Medio Oeste. La idea que tenía su abuela de una
diversión a lo grande consistía en coger un tren con destino a Chicago, llevar
puesto un gran sombrero y pasear por la avenida Madison contemplando los
escaparates como una dama elegante. Contra viento y marea o porque era su destino, se casó con un
granjero, se fue a vivir con él a la región de los trigales y allí empezó a
pudrirse en aquella bonita granja que tenía justo el tamaño adecuado, con los
hijos adecuados y el marido adecuado. Ya
no le quedó tiempo para la “frívola” vida que antes llevaba. Demasiados
“niños”. Demasiadas “tareas femeninas”.
Un día, años más tarde, tras fregar a mano el
suelo de la cocina y la sala de estar,
se puso su mejor blusa de seda, se abrochó su falda larga y se
encasquetó su gran sombrero. Después se introdujo el cañón de la escopeta de
caza de su marido en la boca y apretó el gatillo. Todas las mujeres saben por
qué fregó primero el suelo.”
(“Mujeres
que corren con los lobos”- Psicoanalista junguiana, poeta, cantaora y contadora
de cuentos Clarissa Pinkola Estés).
Atiende
a tu alma por encima de todo porque ella sabe mejor que nadie lo que necesitas.
No esperes a mañana…
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