La vida va generando en cada uno de nosotros
pequeñas cicatrices. Dependiendo del tipo de vida que se haya vivido se cargan
más o menos de esas cicatrices. De ellas creemos aprender, pero no es así, lo
que nos hará crecer será asumirlas, enfrentarlas y superarlas, son un lastre
pesado con el que cargamos, si no las superamos, aunque pase el tiempo,
continúan ahí y reaparecerán. Las provocan, lejos de lo que se pueda pensar, no
grades catástrofes sino pequeñas acciones que nos hieren, esas pequeñas cositas
que para nosotros son importantes y para cualquier otro son insignificantes,
esas cositas inconfesables difíciles de apreciar.
Debes intentar superarlas desprendiéndote de
ellas, y perdonando. Lo consigues contándoselas a un amigo, a tú pareja a un
familiar especialmente cercano….pero, si
elegiste mal a la persona en la que depositaste tu confianza, o si esa persona
no aprecio el grado de importancia que tenían para ti, se vuelven a abrir y
consiguen que la próxima vez seas más
hermético y cerrado, que ya no confíes en nadie, que sientas que la vida te dio la espalda……..otra
vez.
Entonces tendemos a considerarlo un error, creemos que
hicimos mal al confiar en alguien equivocado en determinado momento, y consideramos que podía haber sido decisivo si
hubiéramos actuado de otro modo, si nos hubiéramos callado en determinada
ocasión, si no nos hubiéramos abierto, pero es absurdo pensar eso, ¿has
intentado comprender por qué deseas contárselo a alguien?
Hablar es una liberación, expresar te quita
peso, el peso del silencio. Tal vez simplemente no te dijo lo que tú querías
oír y abrió esas heridas sin curar, porque no buscabas respuestas, sino
solamente comprensión. Tal vez crees que tan solo tú sufres más que nadie, tal
vez tú ya te juzgaste y condenaste al silencio, y no permites que nadie te
juzgue de ese modo, no te gusta oírlo, porque nadie puede juzgar la vida que no
vivió. Es cierto. Cada uno es un
conjunto de sus propias vivencias y de las decisiones que tomo, pero no es inamovible, siempre puede ser
mejor, siempre puede cambiar lo que no le gusta, tan solo ha de desear
cambiarlo por sí mismo, no por nada, ni por nadie. Aceptarse, perdonarse y crecer.
Nunca diré de esta agua no beberé porque he
bebido una y otra vez en las mismas aguas, hay cosas en mí que no cambio porque
me gustan como son, y sé que volveré a beber del mismo agua el día que lo
desee. En muchos aspectos terminaré
actuando de la misma manera en las mismas circunstancias, pero seré otra
persona en otro momento de la vida, seré mejor y esos actos tendrán distinto
resultado, porque yo los cambié, porque nada se repite solo se transforma.
Solo
puedo guiarme por lo que siento, lo que me sale. Y si no sale, es porque no lo
deseo. Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos, tres, cuatro
veces con la misma piedra, y si tuviera vida suficiente, hasta infinitas,
porque no se da cuenta de que esa piedra con la que está tropezando, es él mismo.
No entiende que nada lo puede dañar más que él, qué nada lo puede hacer más
feliz que él mismo. La felicidad empieza por amarse a uno mismo y tener
capacidad para ser consciente de ello, sin ese temor absurdo. Tan solo
disfrutar de lo hermoso que pasa por su vida sin intentar poseerlo, retenerlo,
o transformarlo, tan solo amarlo y dejarlo libre, como el viento, como el mar….
Se tiende a pensar, que los jóvenes,
cualquiera que sea más joven que tú, no saben dela vida, que somos más sabios
por la edad, las experiencias o la perspicacia. Posiblemente en algunos
aspectos sea así, pero en muchos casos, esa
falta de experiencia, de cicatrices, convierte a algunos jóvenes, a mis ojos, en seres interesantes e
impresionantes, que saben disfrutar de la vida, que expresan lo que sienten
como lo sienten, por eso siempre me gustó rodearme de ellos y escucharles, no
solo oírles. Carecen de ese lastre de supuesta experiencia y lo compensan con grandes
dosis de entusiasmo y pasión, por eso resultan tan atractivos. Incluso los niños
son grandes maestros, yo conozco dos maestrillos a los que siempre me gusta
escuchar, su visión de la vida no está dañada, no de momento, los respeto como las personitas que son, siempre
he aprendido tanto de ellos como de cualquier persona de mayor edad, que pueden
darte una visión siempre distorsionada de la vida, la visión personal creada
por sus experiencias pero que nunca son ni serán las tuyas, ya que como dice mi
padre: “Cada uno cuenta la feria como le fue en ella”.
Algunos lo llaman desengaños, otros heridas y
otros pensándose más sabios experiencia, sin pararse a pensar que esa
“experiencia” mal gestionada, inhibe su frescura, su expresividad, sus ganas de
vivir. Los momentos de la vida nunca se repiten de igual manera aunque a veces
tengamos la impresión de que sea así, es imposible, porque nosotros nunca somos
exactamente los mismos ni un momento es exacto al anterior, vamos creciendo,
cambiando, mutando, como la vida misma….
Mi falta de experiencia en muchos aspectos creo que me ha dotado, a mi edad, de esa parte
de entusiasmo juvenil que mantengo intacto en mi interior. Me ha causado daño,
en ocasiones muchísimo, pero he intentado entender que es lo que lo provocó, y
asumir mi responsabilidad. No busco culpables de mis errores, tengo una vida
para vivirla como me dé la gana, soy responsable de ella, yo y nadie más. Voy
en busca de lo que deseo con toda la pasión de que soy capaz y agradezco todo
lo que me aporta algo bello a mi vida. De las experiencias, heridas o vivencias
solo deseo sacar el lado positivo, el vaso siempre estuvo medio lleno para mí.
No quiero perder, en cierto grado, mi parte ingenua, mi confianza en el ser
humano, dejar que ese lastre, mi propio lastre me supere, me haga crecer hacia
dentro a base de hostias, prefiero expresar y sacarlo fuera, buscar cuales son mis piedras, verlas,
calcular sus dimensiones y saltármelas
cuando me las encuentre. Aprender a saltar…. bien alto.
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