Libertad sexual, qué bien suena ¿verdad? Se podría decir que hoy en día
gozamos de esa libertad ¿no crees? Ya todos esos tabús, presiones y represiones,
mitos y prejuicios han caído como cayó el muro en Berlín. Hombres y mujeres
salen a la calle (o se quedan en casa conectados a un chat, o una red social, teléfono
erótico o donde sea) y pueden buscar libremente lo que desean, sexo. Otra cosa
es que lo consigan. Pero tienen libertad sexual, cierto ¿no? Pues a mí me suena
a que no, que se vive en una falsa libertad, en una utopía.
Analicemos detenidamente este asunto. Libertad
es la facultad que tiene el ser humano de obrar o no obrar según su
inteligencia y antojo. Y Sexual es el
sexo o la sexualidad o relativo a ellos. O sea, que viene a decir que el ser
humano tiene la facultad de obrar a su antojo en lo relativo al sexo, desde su
inteligencia, claro está. Sin embargo dudo de que el ser humano tenga esa
capacidad (bien desarrollada al menos), creo que dista bastante, si quiera, de molestarse
en desarrollarla.
Me da lo mismo si se mira desde las relaciones
esporádicas como si es desde la pareja estable. La libertad queda bastante
lejos del sexo, sobre todo, porque para tener libertad sexual, primero hay que
tener libertad a secas, es decir, vaciar el cerebro de toda esa información que
nos llega a través de los medios,
novelas, películas, amigos e incluso de amantes y crear nuestro propio
criterio. A ese, sí que hay que prestar atención pero desde el libre
pensamiento, desde la libertad unipersonal, para luego hacer partícipe de ella
a la pareja sexual. El problema es que pensamos que la libertad empieza y
termina en uno mismo, y lo que es positivo para mí, tal vez para ti sea
negativo, así que mejor no te lo cuento no sea que me taches de “bicho raro”.
Con estos pensamientos, mal vamos…
Vivimos condicionados por lo que nos han
contado (otros/as) sobre sexo. Lo que es y lo que no lo es, en qué orden se
realiza, que pautas seguir, con qué frecuencia, lo que excita y lo que no, cuando
empieza y cuando termina, lo que se puede o no decir, en definitiva, lo que es “normal” o lo que no lo es. Y
lo creemos sin detenernos a pensar en que todo es normal o nada lo es, según para
quien y donde. Lo que es normal para un asiático no lo es para mí, o lo que
unos tachan de aberración otros lo contemplan como un juego, así que ¿Por qué no
empezamos por tachar esa puta palabra del acto sexual? Normal.
En el sexo todo vale. Desde el momento en que
te hace sentir placer y no daña a nadie. Desde el momento en que conectas con
otro ser que siente y disfruta lo que hace contigo, tanto si es chuparte los
pies, como si es comer pollo frito con las manos, o azotar tus nalgas al ritmo
de un blues (o tú las suyas). Todo vale. Pero es necesario confiar en uno mismo
y en los demás, hay que aceptarse y aceptar, hay que transmitir lo que sentimos
y como nos sentimos a nuestro partenaire, hay que comunicarse, esas son las únicas normas del juego.
La sexualidad es tan amplia como la mente
humana, se adapta a cada uno como un guante, es parte de nuestra vida, y puede
o no ir ligada al amor, más bien diría que son dos cosas distintas que a veces
se pueden fusionar, pero que tocan sensibilidades diferentes, van en contextos distintos.
No se puede entrar en el templo del
placer cargado con los asuntos terrenales, el mundanal ruido o la armadura puesta. Para
eso, es mejor no entrar. Para poder hacerlo se necesita libertad de movimientos
y pensamientos. Para ser libres sexualmente antes debemos ser sinceros, aceptar
nuestro cuerpo como un conductor de energía, de sensaciones, de placer, nuestra
mente como un paraíso de fantasía inagotable y dejar fuera de la alcoba todo
prejuicio. Abrir la mente es más complicado de lo que parece a simple vista
¿verdad?
Si saliste algún sábado noche (o jueves
tarde) en busca de sexo y lejos de ser esa maravillosa experiencia loca, te encontraste
perdido en tus pensamientos, camino al hotel, en temas tan importantes como en
si se te iba a levantar, en si tu cuerpo sería lo suficientemente atractivo y
lucirías bien en pelotas, o si elegiste bien la ropa interior, mientras ella
pensaba en si el maquillaje seguiría intacto, si sus tetas te parecerían
demasiado pequeñas (o grandes) o si te fijarías en la celulitis de sus muslos, tal
vez te estabas yendo literalmente por los cerros de Úbeda y preparando el
terreno de un modo totalmente contrarío al natural, totalmente condicionado y
cargado de tensiones, ¿Te suena de algo esta situación?
Pues bien, esto no es sexo, sino presión psicológica por
miedo al fracaso. Tal vez pienses ahora que la cosa no fue tan libre como
habías pensado que sería, tal vez al final con unas copitas encima no le diste
más vueltas y fuiste al grano, pero el resultado no fue exactamente el que
pensabas que conseguirías y te quedó una sensación de que algo no estaba bien.
De que aquello no era exactamente lo que habías imaginado. Si, hubo besos
suaves o sucios, caricias más o menos
tiernas o bruscas, gemidos sutiles o desgarrados, orgasmos más o menos intensos,
lo “normal”….pero la sensación no fue de
triunfo, más bien de haber cumplido con un deber y ese deber olía a fracaso. Lástima, la próxima vez será. Pero,
dime algo, entonces ¿te paraste a pensar en que te sucedía? o solo te dijiste
mentalmente “pasa palabra” porque la sensación no era exactamente agradable. Nos
han reducido el sexo a un acto donde se triunfa o se fracasa y en el sexo,
amigos míos, nunca se fracasa. No es una conquista de territorios comanches, es
un acto de dos cuerpos dispensándose placer. Cuando hay libertad sexual jamás se fracasa, solo se siente de diferentes
maneras.
El acto sexual puede que sea el momento de más intimidad al
que nos expongamos de forma consciente en la vida (si no estás borracho), y sin
embargo en muchos casos lo vivimos como una prueba de fuego por la que haya que
pasar cuanto antes. Damos permiso a otra persona para penetrar en nuestro espacio vital, en
nuestro cuerpo con todo lo que conlleva, y se hace con más miedos que vergüenzas,
en este terreno nos sabemos vulnerables, cualquier descontrol de nuestro cuerpo
nos aterra (tirarse un pedo por ejemplo), los miedos aparecen, las dudas, los
complejos, hasta el punto de poder estar más presentes estos pensamientos en el
acto, que nosotros mismos, en lugar de dedicarnos en cuerpo y alma a lo que en
realidad deseamos hacer, sentir….
Tenemos un cuerpo lleno de agujeros, fluidos,
olores, ruidos, y puede que por ello siempre nos hayan hecho creer que el sexo
era sucio, puede que por eso se asocien algunos comportamientos de forma
errónea, así que asume esa suciedad porque eso es natural. Cuando se es joven la carga hormonal
es desbordante, pero la psicológica
todavía lo es más, y es entonces, si no tenemos una base sólida de
autoconocimiento y aceptación personal, cuando se pueden sufrir traumas que
acompañaran nuestra existencia a lo largo de la vida, generarán resentimientos
y crearán conductas y comportamientos futuros, haciendo que te preguntes cosas
tan absurdas como: “¿soy normal?”.
Si queremos libertad sexual no será a través
de educaciones manipuladas, ni estadística ridículas de cantidad, centímetros o
aguante. La única estadística válida es la de nuestro cuerpo. El conocimiento
de este como instrumento creado para el placer, sin condiciones ni pautas, sin
ruta de viaje, sin nada que desvíe la mente del solo hecho de sentir. Y de eso se está muy lejos mientras se siga
pensando que sin orgasmo no hay sexo placentero, que sin erección no hay acto
sexual, que el coito es la forma en que debe acabar cualquier contacto físico,
o que todo el juego preliminar (mal llamado) tan solo es un medio para llegar
hasta ese fin en lugar de un acto sexual en sí mismo.
Cuando se empiece a ser más sincero y menos
táctico, se elimine la carga social y cultural y se abra la mente hacia el
entendimiento de algo tan natural como simple, concebido en el ser humano no
solo con el fin de procrear, sino como instrumento de placer infinito. Cuando
la lacra de la conciencia inculcada durante años se rompa y quede libre la
esencia de lo que somos, tal vez entonces seamos conscientes de que esa
libertad sexual, tan mal entendida hoy en día, es posible. Y en lugar de colgar
falsas medallas en tu expediente colecciones momentos increíbles en tu memoria.